La fuente

8 de abril de 2009
Hay un agua viva, un agua pura, que sabemos dónde está. Podemos ir a buscarla cada día para que nos renueve completamente. Se llevará consigo todas las impurezas que los años han ido acumulando en nosotros. Ese agua puede que nos devuelva al estado de inocencia inicial, al que vemos en algunos niños, en el que en nuestra mente y nuestro corazón sólo cabía la idea de la gesta, de la nobleza. No había lugar para la traición ni a terceros ni a nosotros mismos. Poco a poco ese agua puede regenerarnos para que nuestra conducta intente recuperar ese ideal de nobleza que tuvimos al principio. Es un agua limpia, fresca, reparadora. Se encuentra, como señala Aïvanhov, en nuestra alma y en nuestro espíritu. No está lejos, no cuesta dinero.

Mañana es luna llena y hoy a las 7,30pm celebraremos la meditación de Aries. Es buen momento para conectarse mentalmente al grupo y pensar en esa renovación y esa limpieza, que nos permita a cada uno de nosotros ser instrumentos de lo divino para servir y para traer el Reino de Dios a la tierra.

“Aquél que realiza la ascensión de una montaña y descubre el lugar del nacimiento de un río, se maravilla de la pureza del agua y de su delicioso sabor. A medida que esta agua va descendiendo hacia el llano, se convierte en un río, y recibe impurezas, productos tóxicos vertidos por los habitantes que viven en sus orillas. Cuando llega a la desembocadura para verter sus aguas al mar, aquél que bebe de ella podría envenenarse.

Desde la fuente donde nace hasta el mar, el río representa toda una jerarquía. Esta jerarquía la encontramos en nosotros mismos, desde la fuente que es nuestro Yo divino, hasta el plano físico. Para poder beber la vida pura, debemos apartarnos de las regiones inferiores de los planos físico, astral y mental, e ir en busca del agua a las cimas de las altas montañas en nosotros: nuestra alma y nuestro espíritu."

Autor: Joaquin Tamames

0 comentarios:

Publicar un comentario